Antiguamente, salir a comprar una botella de leche significaba que solo había una opción: o leche entera o desnatada. Hoy, en cambio, el horizonte de posibilidades de la leche de consumo se ha ampliado drásticamente. Además de disponer de una mayor gama de productos de leche tradicionales, las alternativas de origen vegetal están adquiriendo un gran protagonismo en el mercado, hasta el punto de cuestionar la definición del término leche y de empezar a poner a prueba los conceptos más tradicionales del procesamiento de la leche.
Independientemente de cuál sea el producto, tanto los consumidores como los compradores a través de comercio electrónico desean información acerca del origen de la leche, es decir, cómo se ha producido, qué implicaciones tiene para nuestra salud (tanto desde el punto de vista de la nutrición como de las alergias) y, cada vez más también, cuál es el nivel de sostenibilidad de sus métodos de producción.
Al mismo tiempo, las inquietudes tradicionalmente asociadas con el procesamiento de la leche de consumo continúan vigentes. Por solo mencionar algunas, podríamos destacar la volatilidad del suministro, el precio, la vida útil y unos márgenes comeriales cada día más estrechos.