La producción y la demanda de leche han aumentado significativamente en las últimas décadas. En respuesta, las granjas lecheras son cada vez menos, pero más grandes. Los costes operativos y la productividad están en el punto de mira, pero también lo está la necesidad de satisfacer el interés del consumidor por el bienestar animal, el uso de antibióticos y los métodos de una agricultura orgánica. Ante todo, la sostenibilidad es una prioridad tanto para la industria como para los consumidores.
Por un lado, estar a la altura de las altas exigencias de productividad y de los estándares de calidad, así como de las buenas prácticas agrícolas, pueden suponer un reto para cualquier ganadero lechero. Las incoherencias en la calidad composicional de parámetros como la grasa o la proteína (y la caseína) pueden poner en peligro la producción láctea. Una higiene deficiente puede afectar a la vida útil. La adulteración accidental o deliberada puede comprometer la seguridad alimentaria.
Los análisis simplificados y automatizados del pago de la leche son más relevantes que nunca para garantizar que la industria pueda mantener los estándares de calidad y, al mismo tiempo, ayudar a los ganaderos a mejorar continuamente la productividad y la sostenibilidad del suministro de leche cruda.